La madera y la Navidad

Se acercan esas fechas en las que veremos casas, calles y comercios iluminados con un sinfín de luces y grandes decorados que nos inundarán con el espíritu de la Navidad. ¿Qué mejor manera de acompañar esta fría época del año que con el cálido y acogedor ambiente que nos brinda la madera?

Desde el árbol que adorna nuestras casas, pasando por las pequeñas figuras que completan nuestros belenes, la madera está presente, sin darnos cuenta, en cualquier rincón de nuestros hogares. La historia de este primero, el árbol de Navidad, se remonta a los babilonios, quienes dejaban regalos a los pies de los árboles, y a los romanos, decorando los robles con frutas y velas durante el invierno con la esperanza de reavivar el árbol y garantizar la llegada de nuevos días de calor. Tiempo más tarde, serían los cristianos los que cambiarían el roble por el abeto, ya que representa la vida eterna, al tener las hojas siempre verdes con la copa señalando hacia el cielo (1).

Pero, ¿y todos esos adornos de madera? Algo muy habitual en diciembre, sobre todo en países del centro y el este de Europa, son los mercadillos navideños. En ellos podemos encontrar las grandes pirámides de la navidad de madera que adornan el centro del mercadillo (Figura 1), típicas en Alemania, Suiza y la República Checa. Las pequeñas figuras o dioramas invernales que adornan estas pirámides representan, principalmente, escenas religiosas (2-4). La talla de estas imágenes es una práctica muy extendida también en Italia. Gracias a la creciente tradición en la elaboración de decorados en madera, estos artesanos son los encargados de extraer todo el potencial de maderas como el arce (sicomoro europeo), el tilo o el olivo, dotando de expresividad y realismo a estas entrañables figuras que todos los años ubicamos en los belenes de nuestras casas. Múltiples son los acabados en los que podemos encontrar estas figuras: en su estado natural, barnizadas o con una capa de pintura al óleo con un posterior lacado para fijar los colores (5).

Otra de las representaciones más icónicas de la natividad que perdura pese al paso de los años son los célebres cascanueces (Figura 2). Estos risueños soldados son elaborados, principalmente, en madera de haya o abeto y, actualmente, podemos encontrarlos por todo el mundo, incluso representando diferentes personificaciones. Su origen se remonta al siglo XVIII en Steiffen (Alemania), siendo Friedrich Füchtner su creador, quien originalmente representaba estas piezas como si fueran mineros y guardabosques (6).

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