TERREMOTOS, LISBOA Y DISEÑO ANTISÍSMICO.

Lisboa. 1 de noviembre, día de Todos los Santos de 1755.

A las 9:30 de la mañana toda la ciudad comenzó a temblar. Uno de los más grandes sismos jamás registrados, de magnitud entre 8,5 y 9 en la escala de Richter, sacudió Lisboa tres veces consecutivas. Los edificios se derrumbaron aplastando a infinidad de personas que celebraban el día de difuntos en las iglesias repletas de velas. El fuego comenzó a extenderse por la ciudad. Los ilesos corrían despavoridos hacia la costa porque allí se sentían a salvo de los edificios que se derrumbaban a su paso. Hasta que llegaron los tsunamis impactando con gran fuerza en las costas atlánticas de la Península Ibérica e inundando toda la parte baja de Lisboa.

Fue un desastre natural de tal magnitud que derribó el 85% de la ciudad de Lisboa. Sus efectos se sintieron hasta la provincia de Cádiz, a más de 350 km, donde murieron unas 1000 personas.

Aún a día de hoy se pueden ver las cicatrices que dejó el terremoto en una de las paradas turísticas más conocidas de la ciudad. Las ruinas del Convento do Carmo en el bohemio barrio del Chiado son el recordatorio de uno de los días más oscuros de la historia de Lisboa.

El terremoto y el posterior tsunami de 1755 fue tan impactante que está considerado el inicio de la sismología moderna. Pero también provocó cambios muy drásticos en el modo de pensar de la sociedad portuguesa y, también, en su forma de construir. Al fin y al cabo, después de toda esa locura necesitaban volver a levantar una ciudad entera. Pero ¿cómo abordar semejante reto?

Hoy, juntos, vamos a adentrarnos en otro apasionante episodio de la construcción con madera. Ponemos rumbo a la Lisboa que quedó tras una de las mayores catástrofes naturales que ha sufrido Europa en toda su historia.

Una ciudad por reconstruir

Después de seis días de incendios y la Baixa completamente inundada había que ponerse manos a la obra para reconstruirlo todo. Una de las únicas ventajas que tiene la devastación casi total de una ciudad es que su urbanismo se puede replantear desde cero. Una hoja en blanco para construir de una forma más ordenada siguiendo los ideales racionalistas de moda por aquel entonces.

El primer ministro del rey José I, el Marqués de Pombal, fue quien rápidamente tomó las riendas de la situación después de la catástrofe y comenzó a coordinar las tareas de rescate. Este personaje es clave en la historia reciente de Portugal. Era la mano derecha del rey y, para entendernos, fue a todos los efectos el verdadero gobernador del país.

Antes incluso de retirar todos los escombros de la ciudad, el primer ministro ya había contactado con arquitectos e ingenieros para empezar a trabajar en el desafío de volver a poner en pie “la nueva Lisboa”. Una ciudad más moderna y adaptada a los nuevos tiempos, ordenada y espaciosa. Para conseguirlo se plantea una malla ortogonal de manzanas neoclásicas, se eliminan los callejones sin salida medievales y se diseñan avenidas anchas, más luminosas y ventiladas que, en caso de futuros seísmos, facilitasen las labores de evacuación y de extinción de incendios.

En menos de un año el Marqués de Pombal y su equipo habían conseguido limpiar de escombros la ciudad y comenzaban los trabajos de reconstrucción.

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